Desde su propio amanecer ya era un día extraño. La expresión de toda la gente, como un tenso vacío, el cielo gris y una inusual lluvia. En otros reinaba esa calma que antecede al absoluto caos.
Entonces el cielo enrojeció, salió el sol por breves instantes y luego todo se transformó en el maldito escenario de lo inexplicable y mortífero.

¿Y qué sucedió? No llegó el monstruo a destruir la ciudad ni el maremoto a empaparlo todo, ni mucho menos el terremoto que nos enterraría en las construcciones.
Sólo hubo un enorme silencio, insoportable, oscuro, absolutamente incierto. Que parece peor.

2 patadas voladoras:

Nayive Ananías 12 de febrero de 2008 a las 17:30  

Te quiero, amiga! =)

Escribes la raja y, por supuesto, tienes pasta de periodista. ;D

Anónimo 23 de febrero de 2008 a las 22:33  

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