los ojos del karma

Es que a veces -le explicaba, mientras a través de las grandes ventanas se veía el viento, y hacían que las hojas huyeran de los árboles, del pasto, volaban por los aires- siento esa angustia horrible de desvanecerme ante las cosas inciertas. Pensé que el destino tenía algo claro para mí, una línea fija, como si fuera un riel de tren. Pero al parecer, no quería seguir la ruta de mis pensamientos, he descubierto -wow, qué descubrimiento he hecho, digo mientras me río un poco- que soñar demasiado destroza los mismo sueños, corrompe nuestra capacidad de asombro y felicidad, la reemplaza por un a invasiva obsesión, a veces sentía tener una paloma blanca en mis manos, y no la dejaba volar. ¿Para qué? Yo también debo hacerlo, el problema es que no sé hacia dónde debo ir: no sé si alcanzar una seria vocación, ir a buscar el dorado, mostrar mi rostro a la gente (como si algo muy mágico sucediera), o simplemente quedarme aquí. Me confunde este mundo, es tan grande, ofrece tantas cosas, como queríendote decir Ven y quédate, debes amar la vida y aferrarte a todos nosotros ¿Es tan así? Esa es mi duda, eso es lo que no sé. Porque si no fuera por eso, probablemente no haríamos nada ¿Nada? ¿Y qué sucede con eso de ser buenos cristianos? No. Debe haber algo que me aferre a la vida, algo por lo cual hacer un bien, bah, me fui por las ramas. Bueno he estado pensando (soñando) estos días, y me encantaría hacer un millón de cosas al mismo tiempo, cambiar radicalmente. A veces siento que encuentro el rumbo a través del cual ordenar mi vida, seguir adelante, ¿qué tan imposibles se ven las cosas? Creo que sólo depende de mis iniciativas, es algo que debo cambiar. Aunque no estoy esperando ordenar mi vida... el desorden, al parecer, es parte de mi naturaleza, lo peor es que caigo en que estoy difareando, hoy sólo estoy siendo como un ser errante. Sin un rumbo claro, demasiados caminos, demasiados esfuerzos que hacer, demasiadas cosas que reparar. Demasiadas cosas en qué distribuir mi cansancio. No quiero volver a caer en lo mismo de siempre: terminar aceptando las cosas, pensando en que podría tener mejores, que podría yo ser mejor, analizándolas y diciéndome a mí misma esto me molesta, pero no importa, aunque luego me dieran asco, quisiera rechazarlas y sacarlas de mi vida, pero luego vendría mi ¿pero qué sería de mí después de?. Panplinas, después de, seré alguien mejor. Hoy quiero, no aceptar las cosas, quiero de una vez contemplarlas y lograr adorarlas...
Pero me di cuenta de algo. (No les diré cómo anda el clima acá, yo no soy la chica del tiempo). No me merezco algo menos de lo que soy. Debo buscar por quién soy lo que deseo, y no por mis niveles de autoestima o espectativas personales. El hábito también hace al monje. Eso se llama perseverancia, y ¡ups! es una virtud que me parece (lejanamente) conocida.
Miro en el camino, pese a que la lluvia me llegue a doler mientras me cae, un sol brillante más adelante. Lo mejor está por venir. Miro cómo pasan los años, ninguno es peor que otro, demasiados truenos para un hogar. Suficiente.
Y por último. En el horizonte el mar se ve más azul. Cualquier ojo puede verlo.
Hasta los ojos del Karma...

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