Desperté bajo sus brazos

Ya no le temí nunca más a la oscuridad, porque mi refugio era a su lado, ya nunca más volví a temerle a la soledad, porque era lo que la podría matar con asombrosa facilidad.
No pude volver a temer al desvanecimiento, porque caí siempre en sus brazos. Y siempre desperté bajo ellos.
Ya no le temí al próximo día, ni menos al futuro, todo era tan seguro, todo: tan suyo.
Ya nunca más me dieron miedo los demás, porque era lo único que tenía, lo único que me rodearía, de aquí a otras vidas.
Ya nunca más le temí a las noches donde colgaba de estrellas, donde el cielo gris era inminente rutina, donde inevitablemente acabarían mis días.
Ya jamás le volví a temer a la luz y al amanecer, mientras dormía bajos sus ajenos brazos, mientras despertaba a saltos...
Porque tenía miedo de él, de sus ojos intimidantes, de su sonrisa irónica y su humor tan poco bucólico, de la electricidad que nos atrajo, de la indiferencia, del desamor, de sus enormes ansias de deshacerse de todo y repudiarlo todo, temía de mí a verme tan absorta, de verme tan imbécil.

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